Un agujero negro es una región del espacio con una densidad de masa tal que su campo gravitatorio no sólo atrae hacia él todo lo que está a su alrededor sino que además no deja escapar nada,  ni siquiera  las partículas sin masa de la luz. Por esto son negros,  porque no emiten luz alguna y no se ven en los mapas del universo. Pero su existencia está demostrada a través de los efectos indirectos que causan en los cuerpos celestes de su alrededor.

Las personas tenemos nuestros propios agujeros negros. Son espacios en nuestros mapas mentales con una  concentración tal de creencias limitantes que atraen hacia ellos cualquier nueva observación, opinión o juicio que las ponga en cuestión, impidiendo que, como personas, podamos emitir luz alguna a nuestro alrededor.

Agujeros negros

Este tipo de creencias negras limitan nuestras posibilidades de abrirnos a juicios poderosos y generativos, y a emociones positivas y capacitantes, impidiéndonos, en definitiva,  actuar con brillantez y poder iluminar nuestra propia vida y las de nuestro alrededor.

Como son negras, no las vemos, no las sentimos, desconocemos su existencia. Pero las padecemos y sufrimos.  Las creencias limitantes nos atrapan, no nos dejan escapar de su negativa influencia, y cercenan nuestra libertad para actuar de forma empoderada y libremente comprometida. Su fuerza gravitatoria es muy poderosa y son capaces de controlar nuestra conducta en diversas y variadas circunstancias.

Un tipo de ellas son las creencias sobre nuestra propia aptitud y habilidad  para hacer algo y conseguir una meta o sobre nuestra capacidad para cambiar nuestra manera de ser y actuar.

“Yo soy así y ya no puedo cambiar” o “Hacer eso es imposible para mi” son dos ejemplos de creencias que reducen nuestras opciones futuras de lograr mayores grados de bienestar y felicidad o crecientes niveles de desarrollo y aprendizaje.

“Yo estoy siendo así, pero puedo cambiar” o “Hacer eso es posible para mí” son creencias, al contrario, muy poderosas, que nos abren posibilidades de decisión y de acción, y nos hacen sentirnos capaces de modificar nuestra conducta y de elegir la manera que queremos de ser y de actuar.

Tener creencias pobres nos empobrece y oscurece.

Tener creencias poderosas nos empodera y nos hace brillar.