IMGP1993

 

Carlos Capacés

Director

 

 

 

“Quien tiene una razón para vivir, acabará encontrando el cómo”. Todos hemos leído o escuchado en alguna ocasión, esta sencilla afirmación efectuada por Victor Emil Frankl, psicólogo austriaco que durante más de tres años sobrevivió a varios campos de concentración nazis. Por lo tanto, una afirmación como esta no solamente es producto de una reflexión más o menos aguda, sino de una experiencia vital en un contexto extremo.

En todas las empresas ya existen muchas personas ocupadas en preguntarse “cuánto”. ¿Cuánto hemos incrementado la cifra de negocio? ¿Cuánto ha crecido el margen? ¿Cuántos Clientes hemos perdido? ¿Cuánto hemos mejorado el índice de venta? ¿Cuánto, cuánto, cuánto…? Sin embargo, en las empresas faltan personas que además de preguntarse “cuánto”, porque evidentemente el resultado es imprescindible, también se pregunten “cómo”. ¿Cómo estamos haciendo para perder la cifra de negocio que hemos perdido? ¿Cómo hemos gestionado nuestro margen? ¿Cómo estamos tratando a nuestros Clientes? ¿Cómo está siendo nuestra gestión comercial que no nos permite incrementar nuestro índice de venta, o la media Cliente, o la tasa de transformación,…?

Los Managers, los Jefes, los Responsables de equipos, además de decir lo que hay qué hacer, deben garantizar la explicación de cómo se debe hacer. Deben marcar el camino, balizarlo e iluminarlo, para identificar obstáculos e imprevistos y además, deben indicar cómo recorrerlo, marcando el ritmo, dosificando el esfuerzo, identificando fortalezas individuales, acompañando en los momentos más complicados y asistiendo a los más débiles cuando se enfrentes a dificultades. Todas estas tareas forman parte de la función asumida por los Managers, Jefes y Responsables. Y nos referimos a todas ellas cuando abordamos la importancia de motivar y movilizar a un equipo. Motivación no es más que tener motivos y razones para pasar a la acción. Y esos motivos y razones para ponerse en marcha sin escatimar esfuerzos, son mucho más sencillos de identificar si sabemos a dónde queremos ir, a dónde queremos llegar, en dónde queremos pasar el resto de nuestros días. Este destino señalado, es la Visión de una empresa.

La Visión en la empresa da empuje, fuerza, coraje, ilusión y orientación. Estimula el compromiso, el autocontrol y evita el desánimo provocado por la sensación que en ocasiones tenemos de estar “pedaleando sin cadena”, con mucho esfuerzo,  pero avanzando nada.

vision

En la Visión de la empresa encontramos cierto paralelismo con la visión humana. Cuando gozamos de ella en plenas facultades, podemos movernos por la vida con mucha más facilidad que cuando tenemos alguna deficiencia que nos impida ver bien lo que tenemos delante. La miopía, por ejemplo, nos dificulta ver bien de lejos. La hipermetropía nos dificulta ver bien en distancias cortas. La presbicia (vista cansada), aparece con la edad y nos provoca una cada vez mayor pérdida de la nitidez. Y el astigmatismo hace que distorsionemos la realidad de las imágenes.

En el mundo de la empresa ocurre, en ocasiones, algo similar. Las empresas miopes, los Managers miopes, están centrados en lo inmediato y se niegan la posibilidad de soñar, de visionar a largo plazo. Las empresas hipermétropes, por el contrario, están centradas en el futuro, en el deseo, en el sueño y ese afán les impide ver la realidad del presente y niegan la situación que en la actualidad estén viviendo y sufriendo. Las empresas con presbicia están fatigadas y la desmotivación y desmovilización hace su aparición. Y finalmente, las empresas con astigmatismo no son capaces de leer ni la situación, ni el momento, ni el contexto en el que se encuentran inmersas, distorsionando la realidad de las cosas, no adaptándose adecuadamente a las circunstancias y por lo tanto, ocupando temporalmente, un sitio que no les corresponde.

Además de estos condicionantes relativos a “la salud” de la Visión de una empresa, debemos ser cuidadosos al referirnos al Visionario. Los Visionarios existen, es indudable y podríamos llenar esta página de Visionarios excelentes que han permitido anticiparse al futuro, desarrollando empresas, negocios y personas. Pero también existen en las empresas los “Futurólogos”. Incluso éstos, los Futurólogos, desafortunadamente, abundan mucho más. El Visionario es capaz de trasladarse al futuro y desde allí, trazar el camino, los pasos, las etapas por las que pasar, para alcanzar ese futuro que él ha visto. El Visionario se suele acompañar de profesionales en diferentes áreas, de los cuales se deja asesorar y aconsejar, con el fin de obtener la buena información. El Futurólogo, por el contrario, sin moverse del presente y solamente empinándose un poco sobre sus pies, intenta vislumbrar el futuro con el único apoyo de su intuición y “carisma” personal. No dudamos de que haya personas con una intuición y carisma notables, pero sí que afirmamos que ambas cualidades nunca son suficientes para dibujar una Visión con solidez, con la que merezca la pena embarcarse en su consecución.

La Visión, la del buen Visionario, sirve para no ponerse límites en una travesía empresarial, sirve para ser compartida, siempre que sea amplia y detallada. Y sirve para alentar el esfuerzo, para estimular el deseo y para ser más eficaces. Es decir, sirve para dar razones para caminar, explicando el cómo hacerlo. La visión debe aportar sentido, más allá de la organización, estructura y medios aportados.

Antoine de Saint Exupery lo supo escribir con mucho talento: “Si quieres construir un barco, no empieces por buscar madera, cortar tablas o distribuir el trabajo, sino que primero has de evocar en las personas el anhelo del mar libre y ancho”. No se puede explicar ni mejor, ni de manera más bella.