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Es un hecho que la crisis de los últimos años nos ha permitido impulsar la capacidad de reinventarnos y agudizar el ingenio para hacer más con menos. Atrás han quedado para siempre los grandes presupuestos destinados a retener y desarrollar el talento. Pero gracias a que hay una mayoría de profesionales de Recursos Humanos que sigue defendiendo con absoluta convicción la necesidad de seguir aportando valor a las personas, haya o no haya dinero, es mucho el esfuerzo y tiempo invertido en buscar alternativas de desarrollo con menor coste pero efectivas e igualmente atractivas para los empleados. Lejos de aferrarse a los problemas, buscan alternativas que permiten seguir aportando valor a la organización.
El lugar de trabajo proporciona un excelente escenario de aprendizaje. Nos aporta actores, decorados, plataformas, luces y elementos necesarios para que podamos empezar a ensayar nuestra obra hasta lograr el dominio escénico que necesitamos. Son escenarios dinámicos, sin coste de montaje, solo hay que saber aprovecharlos. El éxito final estará sujeto a la capacidad y entrega del actor y a que cuente con un buen guion y un director escénico comprometido y preocupado porque sus actores den lo mejor de sí mismos. Y en ello están muchas organizaciones, ayudando a que sus empleados sepan aprovechar su entorno laboral para seguir potenciando y desarrollando sus habilidades, simplemente aprovechando de manera eficiente los recursos cotidianos y accesibles de su día a día, el escenario de su rutina cotidiana.
Pero al igual que ocurre con los actores en las obras de teatro, el autodesarrollo requiere empleados con una fuerte dosis de convicción y motivación para seguir creciendo, así como un guion bien escrito y definido que les de pautas de actuación. De ahí la importancia de que desde RRHH se trabajen las guías de autodesarrollo con acciones, ideas y propuestas prácticas para que cualquier personas que quiera trabajar en la mejora de sus competencias sepa qué hacer y cómo en cada caso. Las propias guías, además, son la herramienta básica que cualquier manager necesita para orientar a sus colaboradores, convirtiéndose así en los directores escénicos que cualquier obra necesita para tener éxito.
Ahora bien, el autodesarrollo implica algo más que unas guías bien elaboradas y unos managers comprometidos y dispuestos a apoyar y ayudar, requiere también unos actores con un perfil determinado: autodisciplina, organización, autocrítica, constancia y afán de superación. La organización les aporta las bases, pero son ellos quienes deben trabajar con esfuerzo a lo largo de un recorrido que exige:
- Autodiagnóstico: capacidad para reflexionar sobre las conductas, actitudes y motivaciones que les conducen al éxito o fracaso en su entorno laboral.
- Compromiso: el convencimiento absoluto de querer mejorar sin más imposición que la exigencia que uno mismo se marca.
- Acción: a través de un Plan de Desarrollo personal que recoja objetivos, escenarios, medios, recursos, acciones y seguimientos.
- Reconocimiento: de los avances alcanzados, de los errores cometidos a lo largo del proceso y del camino que todavía queda por recorrer.
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