El lenguaje es el fenómeno neuropsicológico más complejo de nuestro cerebro y resultado de un increíble proceso de aprendizaje y desarrollo de nuestro sistema nervioso. Es este un proceso en el que, como  seres individuales, repetimos el poderoso salto evolutivo que como especie dimos hace unos pocos miles de años: ser capaces de superar la pura adaptación al medio natural  para  ser capaces de transformarlo y crear nuestro propio medio cultural, nuestro propio mundo, algo que hacemos, básicamente, a través del lenguaje.

La concepción tradicional del lenguaje ha sido considerarlo una función cognitiva importante, pero al servicio de otras más relevantes. El lenguaje, en esta concepción,  es un instrumento al servicio del pensamiento, de la razón y de la comunicación humanos, que nos posibilita expresar nuestras ideas, intercambiar información con otros seres y describir lo que percibimos. El lenguaje sería un sistema simbólico complejo que nos permite hablar sobre las cosas que existen en la realidad de manera pasiva y descriptiva.

Una concepción más actual del lenguaje, basada en los avances de la Ontología Lingüística, por un lado, y de la Neurociencia Cognitiva, por otro, postula que el lenguaje no solo nos permite hablar sobre las cosas sino que hace que esas cosas sucedan. El lenguaje sería generativo: no solo describe la realidad sino que la genera. El lenguaje es acción y su poder no se limita a hablar sobre el mundo sino que lo extiende a su creación. Hace veinte siglos, el evangelista Juan  expresaba magistralmente este poder del lenguaje: “En el principio ya existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. El mundo se hizo por medio de ella.”

Las personas habitamos, por tanto,  en mundos lingüísticamente creados y a través del lenguaje, incluso, nos creamos a nosotros mismos y nuestra propia identidad psicológica y social. Hablar es actuar y es a través de nuestras conductas lingüísticas la forma en la que construimos nuestra identidad como personas e influimos en la construcción de la identidad de los demás.

Esta moderna concepción activa y generativa del lenguaje es de aplicación a todos los ámbitos de actividad humana. Uno de ellos es el organizacional, el ámbito en el que desarrollamos nuestras funciones y responsabilidades  profesionales y laborales, y en el que es el liderazgo el principal foco de atención e interés estratégico.

El liderazgo es el principal dominio de acción en el que la aplicación de esta concepción del lenguaje transforma las posibilidades de creación del líder, ampliando su empoderamiento y capacidad de cambio. El lenguaje no solo le permite al líder describir la organización en la que actúa,  hablar sobre las cosas que le rodean o comunicar decisiones  a sus colaboradores. En el modelo del Liderazgo Lingüístico, el lenguaje se transforma en la más poderosa de las capacidades del líder y le empodera para crear nuevas mundos y realidades organizacionales, nuevas culturas corporativas y nuevos climas emocionales en los que inspirar, desarrollar e impulsar a sus equipos de colaboradores.

liderazgo ling´´ISTICO

Es también en el lenguaje y a través de él,  el espacio en el que los líderes se inventan a sí mismos, configurando su estilo, su “estar siendo” y su identidad como líderes. El lenguaje como acción, como comportamiento generador de nuevas realidades, amplia poderosamente el espacio de posibilidades de acción del líder. Cambiando su lenguaje, sus comportamientos lingüísticos, podrá cambiar su estilo y su identidad como líder tantas veces como lo necesite.

Igualmente, es el lenguaje la vía con la que el líder contribuye decisivamente a la formación de la identidad profesional de sus colaboradores. En función de cual sea su lenguaje, sus colaboradores adquirirán uno u otro tipo de identidad dentro de la organización. Con un lenguaje inspirador, motivacional y basado en valores  generará colaboradores con una identidad personal sólida y colaboradora, creando espacios de compromiso libre y seguro. Con un lenguaje negativo, exigente y basado únicamente en la autoridad, generará colaboradores con una identidad débil, emocionalmente desvinculados de la organización y únicamente obligados al cumplimiento de los deberes derivados de un contrato formal.

Por último, el líder por medio de sus acciones lingüísticas es capaz de cambiar el curso del devenir de su organización. Muchas empresas son lo que son porque alguien dijo lo que dijo. Al decir lo que dice, al decirlo de una determinada forma y no de otra,  o no diciendo,  el líder abre y cierra posibilidades para él mismo y para los demás, en el presente y en el futuro. Cuando el líder habla modela el futuro suyo y el de sus colaboradores. A partir de lo que dijimos o se nos dijo,  nuestra realidad futura discurrirá en un sentido o en otro.

En definitiva, al igual que en la tradición judeocristiana, Dios creó el mundo a través de la Palabra, los líderes pueden crear sus propios mundos organizacionales, presentes y futuros, y a sus habitantes, también, a través de sus palabras, del poder de sus palabras.