Leo en un estudio elaborado por el Instituto Great Place to Work que en 2016, entre 2.250 compañías europeas, ha sido galardonada como la mejor compañía para trabajar una empresa finlandesa de nombre Vincit cuya filosofía de trabajo se basa en que “no existen los jefes a menos que un empleado lo solicite” Su fundador sostiene que “cuanto más libre se vea un trabajador, más responsable se siente y por tanto, mejor trabaja”. Nadie define cómo hay que hacer el trabajo o cuántas horas hay que trabajar y son los propios colaboradores los responsables de sus resultados frente a los proyectos que asumen.

Leo también en el informe “Tendencias Globales de Capital Humano”, publicado por Deloitte, que en 2016 el diseño organizacional ocupó el primer lugar en la agenda de los altos ejecutivos y líderes de RRHH de todo el mundo, con el 92% calificándolo como el asunto más importante. El informe señala que está surgiendo un nuevo modelo organizacional basado en una “red de equipos”. Los empleados trabajan en retos y proyectos específicos del negocio y las organizaciones empoderan y facilitan que esto sea posible.

Estos modelos de gestión implican tener que poner en valor nuevos modelos de competencias y habilidades. Efectivamente las estructuras y organizaciones planas reducen departamentos, funciones y jefes, pero se necesitan ciertos reajustes que es importante tener en cuenta y que hace que las exigencias de las empresas en relación a los perfiles más demandados cambien también.

En los proyectos de evaluación de potencial e identificación del talento que realizamos queda perfectamente reflejada esta realidad. Efectivamente se hace mucho hincapié en conceptos como: “perfiles evolutivos”, “talento transversal”, “autogestión”, “pasión”, ”liderazgo horizontal”…

La vinculación con los proyectos de la organización y la identificación con el negocio, los clientes y el servicio y no con las funciones que uno desarrolla o el puesto que desempeña, es la primera premisa de éxito dentro de los modelos organizativos que se imponen. El compromiso de desarrollo y mejora y el deseo de contribuir activamente  a las diferentes misiones y desafíos que se pueden abordar en el entorno profesional es el primer elemento identificativo de éxito.

La agilidad en el aprendizaje y la disposición a salir de entornos de confort y abordar las complejas necesidades y desafíos del negocio requiere de profesionales muy camaleónicos, con altos niveles de autoconfianza y capaces de aportar creatividad e innovación en su propio autoaprendizaje y autodesarrollo

Trabajar en equipos multidisciplinares con diversidad de perfiles, en los que no hay estructuras o jerarquías estables implica saber cambiar de rol de forma rápida y efectiva. Si la necesidad exige liderar, habrá que saber hacerlo en todas sus versiones, generando compromiso, retando, empoderando y focalizando el esfuerzo en aprovechar el talento de los demás. Pero también hay que aprender a ser liderado y tutelado por los propios compañeros, aceptando que sean ellos quienes evalúen nuestra contribución y desempeño y hacerlo asumiendo compromisos de cambio y excelencia. El foco de atención está en las personas, no en los procesos y, por tanto, son los propios equipos de trabajo los que  se auto-gestionan, enriquecen y retroalimenten a través de los diferentes miembros que lo componen.

Todo ello bien gestionado, así como otros factores que podrían ser objeto de otro artículo, sin duda generan vínculo e implicación y rompen el paradigma tradicional  que se da todavía en la mayor parte de las organizaciones. Probablemente haya generaciones con una mayor  tendencia a estos modelos de trabajo, pero esto afecta a todos, independientemente de cuál sea el patrón que ha regido hasta la fecha. Las organizaciones a través de sus directivos y de RRHH no están exentas de obligaciones. Deberán liderar modelos de cambio y transformación para crear unos cimientos sólidos y perdurables en el tiempo que permitan resultados de negocio extraordinarios y entornos de trabajo facilitadores y alentadores para todos.