Emilio Solís

 

En muchas ocasiones explico, en cursos que imparto, las grandes diferencias que existen entre los conceptos de Compromiso y de Motivación, y la importancia práctica que tiene para todos los managers y gestores de personas distinguir perfectamente entre uno y otro. Sin embargo, continuamente podemos comprobar que no es fácil comprender la trascendencia práctica de esta diferencia y  que se utiliza equivocadamente uno u otro concepto como si fueran equivalentes, cometiéndose  importantes errores con una relevante repercusión en la gestión de las personas y, por tanto, en los resultados del negocio. 

Motivación y Compromiso no son sinónimos. Las personas pueden estar motivadas y comprometidas, motivadas pero no comprometidas, y comprometidas pero no motivadas. No son fenómenos equivalentes, ni paralelos, ni sucesivos, si no que ocurren independientemente uno de otro. Lo único que tienen en común es que ambos forman parte de la misma dimensión personal del QUERER HACER, pero con mecanismos de generación y funcionamiento totalmente diferentes.

 

El Compromiso es una “obligación”, un “deber hacer”,  que la persona asume de forma voluntaria y libre, y que surge como efecto de hacer suyo un Valor. Cuando una persona tiene VALORES, se esfuerza por ejercitarlos, por llevarlos a la realidad, por hacerlos realidad, y es entonces cuando se comporta “comprometidamente”, es decir, “haciendo lo que debe hacer”, por encima de cualquier otra consideración.

En las empresas, en numerosas ocasiones, nos enfrentamos a problemas que exigen de nosotros comportamientos morales en los que, por encima de cualquier otro motivo o interés, se espera de nosotros que nos comportemos como “debemos hacerlo”, de acuerdo a valores compartidos o asumidos. El Compromiso se tiene con los valores y nos obliga a hacer lo que “debemos”, es decir, hacer realidad esos valores teóricos.

 La Motivación,  en cambio, viene determinada por los INTERESES y nos arrastra hacia su logro y consecución. Una persona motivada es una persona que tiene MOTIVOS para comportarse de una determinada manera y los motivos son intereses. La conducta motivada no es una conducta “moral” (comprometida) si no que es una conducta “interesada” (motivada) porque con ella perseguimos el  logro de un interés y no el ejercicio de un valor.

Los Valores nunca pueden ser Motivos (Intereses) ni al revés. Gestionar unos u otros son procesos de Liderazgo completamente diferentes y con resultados muy distintos.   

El Compromiso está en la cabeza de las personas, en su razón, y proviene de una decisión voluntaria, libre y racional del individuo.  Los freudianos localizarían el Compromiso en el “SuperYo” de nuestra estructura de personalidad.

La Motivación, en cambio, está impregnada de emoción, emoción  que proviene del efecto  movilizador que ejerce el “interés” que prevemos  conseguir. No somos libres,  ni decidimos voluntariamente cuando nos enfrentamos a intereses. La Motivación estaría localizada en el “Ello”.

El Compromiso es un verbo que se conjuga de forma intransitiva para que su significado sea positivo: comprometerse.  Cuando se conjuga de forma transitiva, adquiere connotaciones negativas: comprometer a otro es ponerle en dificultades o en un aprieto. El Liderazgo basado en Valores es un liderazgo complejo que debe ser capaz de generar en el otro,  valores que pueda aceptar libre y voluntariamente, comprometiéndose con ellos y obligándose así a una conducta moral, es decir, realizadora de esos valores.

La Motivación, en cambio, es un verbo que casi siempre se conjuga de forma transitiva y el Liderazgo basado en Motivos es todo un arte de como hacer que la conducta del otro se movilice hacia la consecución de una meta que, necesariamente,  implica la satisfacción previa de otros objetivos e intereses ajenos a la propia persona.

Ambos tipos de Liderazgo son deseables y eficaces, pero son muy difíciles de encontrar en la misma persona. Yo diría que imposible.

El líder motivador sabe identificar lo que motiva a cada uno de sus colaboradores y es capaz de ofrecerle  a cada uno su motivo diferente. Además es capaz de unir, de vincular,  todos y cada uno de esos motivos personales con un motivo superior y grupal, de manera que los “egoísmos individuales” confluyan en un interés común. El Liderazgo Motivador es indispensable en el funcionamiento de las organizaciones y su ausencia provoca falta de dinamismo y de energía, y carencia de objetivos y de motivación de logro. La fuerza que ejerce la motivación sobre la conducta real de las personas es muy importante, hasta el punto que podemos afirmar que el hombre tiende a comportarse desde los motivos.

El Liderazgo basado en el Compromiso, en cambio,  no aporta esta motivación de logro  ni esta energía movilizadora y suele ser un tipo de liderazgo bastante prescindible en las situaciones ordinarias de la vida de los equipos y las organizaciones, situaciones en las que los valores tienden a determinar la forma de pensar de los individuos, pero no su conducta real.  Ahora bien, es en situaciones difíciles, de crisis, en las que se ha producido la ruptura de estructuras y vínculos,  y en las que cada uno va por su lado y persigue su propio interés sin tener en cuenta el objetivo de equipo, cuando resulta imprescindible este tipo de liderazgo y la figura de un líder capaz de generar, en sus colaboradores, el máximo compromiso con los valores definitorios de la cultura común, de manera que todos se comporten como “deben” y no como sus intereses les marcan.